Se cumplen más de un mes del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Una guerra que también ha desatado alertas medioambientales y sanitarias 

La ciudad de Jersón, al sur de Ucrania, ha sido una de las primeras urbes que ha caído en manos de las tropas rusas en los primeros días de la escalada -cayó el 3 de marzo- y en la que, igualmente, ha padecido los estragos de la contienda.  

Concretamente, en Chornobaivka, a nueve kilómetros del noroeste de la ciudad, se encuentra el mayor centro agropecuario en el que alrededor de tres millones de aves conviven en esta granja y que tras las bombas, el parón económico, restricciones de movimientos coadyuvadas por la guerra provocan que su bienestar se encuentre a la deriva.   

Un escenario que se replican en el resto de las granjas del país donde se encuentra el conflicto, siendo estas las palancas esenciales de la producción de huevos y carnes de pollo de todo Europa 

La falta de alimento y electricidad propician que este desastre ecológico continue efectuándose, por ello, el alcalde del gobierno regional de Jersón ha dado el paso para mantener conversaciones con el propietario del grupo empresarial Avangardd, Oleg Bakhmatyuk, responsable de la gestión de más de diez granjas de este tipo en Ucrania con el fin de evitar esta catástrofe.  

Denuncia que las tropas rusas impiden el normal funcionamiento de la planta de Chornobaivka, además de imposibilitar la apertura de un “corredor verde” para atender a las aves y los huevos de la granja que, debido a los problemas sanitarios de salubridad, comienzan a perecer o enfermar, teniendo que sacrificarlas.  

«Hay alrededor de tres millones de aves ahí dentro. Las localidades cercanas no pueden acceder. Hay problemas con los piensos y también se necesita reactivar el suministro de electricidad, perdida por los bombardeos, pero la brigada del Oblenergo (la compañía energética) no pueden acceder. La solución se complica con los controles militares, que no dejan pasar a nadie a ningún sitio. Sin todo esto la fábrica perecerá y dejará tras de sí una catástrofe ecológica», tal y como declara el alcalde en una publicación en sus redes sociales según el diario El Público. 

Como solución a este grave problema, el gobierno regional, las autoridades sanitarias y el Bakhmatyuk han acordado que aquellos animales que estén en peligro sean repartidos entre la población local a 32 kilómetros de Jérson, tal y como informaba Yury Sobolevsky -una acción llevada ya acabo por la granja Skhidne-, responsable Adjunto de la Administración Regional del Estado, un día después de la invasión de Jérson. 

Gracias a este desplazamiento, y pese a la ocupación rusa, los trabajadores podrán atender y alimentar a los animales -antes les era imposible llegar a las instalaciones-, conseguir pienso para su alimentación y lograr el suministro eléctrico en el espacio en el que los alojen -la planta originaria quedo desprovista de suministro eléctrico tras los bombardeos rusos-, según fuentes gubernamentales y autoridades locales ucranianas. 

No obstante, esta resolución no consigue solventar del todo el problema. Repartir a los animales entre las poblaciones locales, tan solo es un resquicio para salvarlo por tiempo limitado, puesto que la escasez de alimentos para la población hace que se torne más difícil la supervivencia en una guerra en la que aún los acuerdos de paz no están sobre la mesa.